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DISCLAIMER:

En este texto se habla de temáticas de ciberacoso. Si estás pasando por una situación como las mencionadas, te invitamos a que denuncies

Indeleble

Heridas virtuales

Las redes sociales han sido, sin duda, una herramienta que cambió permanentemente la forma en que nos comunicamos. Incluso, ha mejorado la efectividad con la que lo hacemos. Aún así, sería necio -e ingenuo- ignorar el lado oscuro de la Luna y creer que todo es bueno. Hablemos, por ejemplo, del cibermatoneo. 

El bullying o matoneo es un comportamiento de intimidación en el que una persona ejerce violencia de manera verbal, física o psicológica sobre otro individuo en una relación de poder inmensamente impar. A la poción solo falta añadirle una red social como medio de ejecución y el nefasto resultado que se obtiene es el ciberacoso. A partir de la pandemia los casos de esta dañina tendencia virtual han aumentado, de hecho la ONU dijo que para 2020 más de la mitad de adolescentes en Latinoamérica habían sido víctimas de ciberacoso.

 

Según Lina María Saldarriaga, directora de investigación de RedPaPaz, el ciberacoso tiene tres características principales; desbalance exagerado en las relaciones de poder, intención clara de agredir y no hay necesidad de repetición para que se genere un impacto. El asunto con el ambiente digital es que puede brindar una coraza de protección al agresor, por la posibilidad que tiene de utilizar distintas identidades que no le pertenecen o ni siquiera identificarse, además que la red social puede funcionar como un plataforma que amplifique la voz del acosador.

 

Para entender un poco mejor el ciberacoso se puede comparar con la virtualización de muchas realidades a partir de la pandemia; cambia el mecanismo y la manera en cómo nos relacionamos, pero la esencia es la misma. Luis Rengifo es docente de psicología en la Universidad Católica y lleva 33 años trabajando en consulta con niños y adolescentes, él dice que hay algunas diferencias entre el matoneo presencial y el cibermatoneo y que en su mayoría radican en el miedo. 

 

En el ciberacoso puede haber una producción menor de miedo porque no está la fuente de intimidación en frente. En cambio en el bullying no digital se generalizan los miedos, es decir que cualquier aspecto, gesto o característica que sea similar a los del agresor puede generar una respuesta de miedo en la víctima. Sin embargo, Rengifo es insistente en decir que el impacto emocional en ambos escenarios es el mismo y genera un “desastre” en el autoestima. 

 

Al ser un tipo de acoso, el cibermatoneo ataca la dignidad y por eso afecta ampliamente el autoestima, la autopercepción, la autoimagen y todo el sector de “autos” psicológicos. “El autoestima quebrada puede dañar otros factores psicológicos del ser, como desarrollar depresión, ideaciones suicidas, ansiedad, fobia social y otros trastornos que pueden traer secuelas dejadas por el ciberacoso”, explica Astrid Acevedo, magíster en psicología con especializaciones en psicología clínica, social y desarrollo urbano.

 

Un estudio de L1ght en el que se analiza la toxicidad online durante este tiempo de crisis, mostró que desde el inicio de las clases virtuales por la pandemia los discursos de odio entre menores de edad ha aumentado 70%. Esto se puede explicar porque, por un lado, puede ser que la crisis lleve a que las personas desarrollen mecanismos de autodefensa maladaptativos. También, porque hay más tiempo libre y más personas han empezado a acceder a internet,  por lo que las probabilidades de encontrar a un matoneador o una víctima han aumentado. Lo que sí es completamente claro, es que quien hace bullying de manera presencial, tiene más probabilidades de hacerlo también de manera virtual porque estas personas buscan tener poder sobre el otro, explica Rengifo. 

 

Si el ciberacoso está en aumento y es tan dañino, ¿dónde está la respuesta legal y gubernamental?. 

 

Jhon Caballero es abogado con especialización en derecho comercial y profesor en la especialización de derecho informático de la Universidad Externado, él explica que el ámbito digital no excluye los derechos y deberes que están ya establecidos en la Constitución de los países, de hecho, se trasladan allí y funcionan igual. Cuando usamos plataformas no solo estamos sometidos bajo el orden público, también aceptamos las normas de comunidad, que funcionan como una especie de “ley” dentro de la plataforma.

 

Bajo el principio de legalidad, toda persona jurídica puede hacer lo que la ley le permita, es decir que no tiene que hacer nada si no se lo exige la ley. Esta situación es aplicable en las redes sociales, ya que su filtro de información se rige a partir de un código ético determinado por cada empresa y el cumplimiento de lineamientos jurídicos básicos como el derecho a la intimidad. En pocas palabras, las redes sociales pueden hacer lo que les salga de su buen corazón mientras no sea ilegal, pero no tienen obligaciones especiales de protección.

 

En la jurisprudencia colombiana el ciberacoso sí puede ser catalogado como un delito contra la integridad, incluso hay una tipología penal de inducción al suicidio; sin embargo, muchas veces el proceso de denuncia es lento y poco efectivo porque en muchos casos las autoridades no están capacitadas para tratar con este tipo de ciberdelitos. Además, explica Caballero, por la velocidad con la que cambian las redes sociales el plano de regulación jurídica no es el ideal, sería más adaptable hacer códigos de estándares éticos aplicables para todos. 

 

Entonces, ¿por qué las empresas de redes sociales no entran en juego? Jhon Caballero explica que las regulaciones de cada país son muy distintas porque también dependen de concepciones culturales. Por ejemplo, en Colombia los datos son un bien privado, mientras que en Estados Unidos se consideran un bien comercial. Por esta disparidad, a las empresas les queda muy costoso adaptarse a todas las perspectivas y por ello se crean organizaciones y acuerdos internacionales que dan estándares generales, como la OCDE.

 

Llámese como se llame; ciberbullying, ciberacoso, cibermatoneo o matoneo digital, esta práctica sigue siendo una preocupación real. Es hora que como usuarios empecemos a exigir a las empresas y Estados que se aprieten el cinturón y comiencen a generar estrategias de prevención y disminución de esta realidad.

Desde el inicio de las clases virtuales por la pandemia los discursos de odio entre menores de edad ha aumentado 70%.

Por la velocidad con la que cambian las redes sociales el plano de regulación jurídica no es el ideal, sería más adaptable hacer códigos de estándares éticos aplicables para todos. 

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Si deseas conocer más sobre el proceso de denuncia por ciberacoso aquí encontrarás más información

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Si tú o alguien que conozcas está pasando por momentos difíciles puedes contactar a

(Bogotá) Línea 106 – 3007548933 o

(Bogotá) Línea psicoactiva 018000-112439

(Antioquia) Salud para el alma – 4407649

(Barranquilla) Línea de la vida- 3799999

(Caldas) Línea Amiga – 8932778

(Casanare) 3194222722

(Huila) 3219073439

(Medellín) Línea amiga - 4444448

 

Si quieres más información o tu territorio no está entre los mencionados, da click aquí 

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